¿CUÁNTO TE EXIGE EL YOGA?
El yoga es una alternativa de movimiento y de bienestar físico, psicológico y espiritual para aquellos que se sienten repelidos por ambientes deportivos o artísticos en los que la competencia juega un papel crucial. Muchos de nosotros conocemos el olor a sudor colectivo y culpa por haber comido demasiado que flota en los gimnasios y espacios de crossfit o el ambiente pasivo-agresivo de las escuelas de danza en donde la más delgada, flexible y mansa será la envidia de todos, pero también obtendrá los aplausos y admiración.
Los ambientes tóxicos de la academia y los espacios laborales tienen un funcionamiento similar: La auto-explotación es la única forma de mantener el estatus laboral o académico que se tenga o de conseguir legitimidad. Estos ambientes son implacables y, aunque no están corregidas, sus violencias nos quedan claras a todos.
El yoga, entonces, se presenta como una nueva propuesta -o una muy, muy vieja - que por no venir del mundo occidental no ha sido contaminada por sus exigencias. Muchos practicantes terminan en yoga porque el ambiente y funcionamiento promete ser diametralmente opuesto: se fomenta la autoaceptación, el respeto, la no competencia y la no violencia.
Como mucho de lo que constituye al yoga, esta gran promesa es extremadamente seductora si consideramos que fuera del shala hay pocas posibilidades de obtenerla.
Pero, después de tanto tiempo de yoga en occidente, vale preguntarse ¿qué tan cierto es que el shala es un ambiente de amor y aceptación? Y, en caso de que no lo sea, ¿qué implicaciones tiene?
Lo físico
Hay quien puede poner su pierna detrás de su cabeza sin ningún tipo de entrenamiento y quien no logrará acercar las rodillas al piso al estar sentada aunque entrene el resto de su vida. De dientes para afuera, todo maestro yogui dirá que eso es normal y hay que respetarlo, pero en el shala aplaude y lleva la atención y adoración al alumno que puede hacer posturas extremas.
Una seguidora nos cuenta que, en una clase avanzada, el maestro detuvo la práctica de todos los asistentes a la sesión para literalmente aplaudirle a uno de los alumnos hiperflexibles que había logrado una postura. ¿Cuál es el sentido de hacerlo, si como dicen muchos, el fin del yoga no es físico?
Otras veces no es tan evidente como esta anécdota, si así fuera, siempre sería fácilmente identificable y denunciable. También puede ser que pasen cosas como las siguientes:
- Tu maestro o maestra no te presta atención a ti, sino que se ocupa en alumnos que logran o estar por lograr posturas extremas.
- Por el contrario, tu maestra se hiperenfoca en ti porque eres hiperflexible.
- Tu maestra te exige que vayas más profundo en la postura. No te explica qué significa eso, pero supones que habrá que estirar más lo que sientes que se está estirando.
- Tu maestro comenta positiva o negativamente el cuerpo de sus estudiantes.
- Independientemente de tu “nivel”, tu maestro siempre parece estar buscando algún detalle que corregir en tus posturas.
Se habla de aceptación, pero ya sea con la intención expresa del maestro de que su alumna no se lesione o con el deseo de que se ilumine, el yoga tiene reglas y tiene formas de proceder que se imponen a los demás. Una tiene que aceptarse, pero no del todo, hay cosas que corregir.
Con ver una clase de Ashtanga notamos que la expresión de cada postura en cada cuerpo no es realmente variada y los maestros defienden su método: los brazos tienen que estar completamente estirados, a la altura de las orejas y con los hombros hacia abajo, las rodillas, alineadas con tobillos y fémur, -las instrucciones son patológicamente precisas- la respiración debe ser en un tempo específico, el que se esté dictando. Está bien si los alumnos aún no logren los grandes retos físicos que impone Ashtanga, siempre y cuando, los practicantes estén dispuestos a perseguirlos con total compromiso. Ya son muchos los que comparan a los practicantes de ashtanga con soldaditos.
En las clases de Vinyasa, todos van siguiendo al instructor, no hay mucho tiempo para tomarse libertades, el ritmo es rápido y no se puede interrumpir el Flow.
La expresión más alta de esto está en Iyengar, muchos maestros han sido comparados, -- con un orgullo desconcertante—con sargentos. En Iyengar, los props dictan la forma del cuerpo y uno debe ceder ante ellos. Las reglas, mediciones, expresiones del cuerpo son estrictas. Pero eso no es lo grave: se habla de no violencia, pero retomemos este video, para ver si realmente se sigue este valor. Aqui lo puedes ver.
¿Qué habrán sentido los alumnos de Iyengar al ver cómo abusaba física y psicológicamente de otros alumnos? ¿Habrá prevalecido un ambiente de amor y respeto?
Lo espiritual
Puede que no sea el comportamiento del maestro el que sea explícitamente correctivo o agresivo. Sino que, como en los mencionados salones de danza o gimnasios, sea un ambiente que generan todos los integrantes y que lo que esté en riesgo sea tu pertenencia o tu sensación de pertenencia.
Esto a veces hace que el shala se vuelve en contra de los alumnos que incumplen con el ideal del yogui.
Cuando se trata de seguir el ideal, el asunto se vuelve un poco más difuso e incluso es posible que jamás se trate de forma directa.
Además, en un inicio, cuando uno entra a un centro, la autoaceptación y respeto son infinitos, pero después comienzan exigencias explícitas o tácitas que pueden tomar las siguientes formas.
- Se te juzga por no seguir un tipo de alimentación, hacer dietas o ayunos
- Se te desestima por consumir alcohol
- Se te juzga por ir al doctor (alópata), es decir, por cuestionar la eficacia del yoga para curar todos tus males.
- Se te juzga por no llevar atuendos de cierto tipo (ya sea ropa tradicional hindú o pantalones Lululemon, da lo mismo)
- No se te permite vivir un amplio espectro de emociones, debes estar siempre en un estado de ánimo favorable para los demás
- Si tu salud mental no es buena, eres poco evolucionado y, regresando a la anterior, se te juzga si buscas atenderlo
Incumplir las exigencias espirituales y físicas tiene consecuencias. Como vimos en este artículo (el del abuso labora), estar de un lado o del otro puede ser la diferencia entre si te ofrecen trabajo o no, de si mantienes ese trabajo o no.
Mientras más complaciente seas, más altas tus probabilidades de tener éxito en el mundo del yoga.
Si nuestro éxito depende de nuestra docilidad, ¿realmente logramos escapar de las agresiones de la vida cotidiana?
Queremos escucharlos:
Si han estado en contextos así, ¿qué tipo de ambiente han notado?
¿Les ha causado miedo?
¿Alguna vez han sentido que no son suficientemente yoguis?
¿Alguna vez han sentido que tienen que cambiar cosas de sí mismos para pertenecer al yoga?
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