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  • Foto del escritorYoguinis en Revuelta

¡La revuelta apenas comienza!

A riesgo de ofender optimismos frágiles y a seres de luz que vibran alto, confesamos que Yoguinis en revuelta surgió del enojo más puro y primordial.


Durante años imaginamos este proyecto y durante meses lo postergamos, preocupadas por lo que significaría realizarlo. ¿Cómo reaccionaría la gente? ¿Qué energías removeríamos? ¿Cómo nos afectaría profesionalmente?


Mientras nos consumía la duda Choudhoury Bikram se hospedaba en nuestro país, en un hotel de lujo en la playa. Fugitivo de la justicia en Estados Unidos, seguía impartiendo Teacher Trainings al siempre fiel público mexicano de élite.


Dudábamos mientras las conversaciones en el norte global sobre el yoga y sus esquinas incómodas se superaban, se complejizaban, mientras maestros y maestras experimentaban ya con formas más éticas de ejercer la práctica, mientras ocurría una diáspora de maestras que la abandonaban en nombre de la coherencia, renunciando a apropiarse de conceptos y prácticas que no les pertenecen o en algunos casos solo renombrándola pero desligandose de escuelas, nombres y linajes.


Aunque quisimos, no pudimos realmente pertenecer a la conversación anglosajona, nuestras voces hispanas les son ajenas. Y en nuestra realidad hispana, tampoco nos vemos identificadas con su agenda, si bien compartimos algunas problemáticas, la manera de distinguirlas y abordarlas es muy diferente aquí y allá. Para empezar, nos cuesta muchísimo distinguir el abuso, hablarlo, señalarlo. Muchos abrazan la fe yogui, del mismo modo que otros abrazan la fe Guadalupana. Hubo veces que quisimos externar todo esto, cada una por su lado, tímidamente al principio, pero nos topábamos con la desaprobación de colegas, nos topábamos con muros dogmáticos construidos con frases del tipo: “sigue practicando”, o argumentos cargados de energía pasivo-agresiva que después de destruirte terminaban con un “namaste” o un “bendiciones”. Recorrimos un camino lleno de gaslighting, tratarnos como locas, y bypassing espiritual, evadirse espiritualmente, antes de iniciar este proyecto.


Los meses que dudamos, nos atacaba una serie de imágenes de maestros cometiendo abusos, de yoguis y yoguinis en posturas extremas: historia tétrica tras historia tétrica, lesiones causadas por yoga, descripciones de estados psicóticos después de pranayama.


Mantras que nadie ha traducido con veracidad musicalizaban el ataque, los comentarios de nuestros colegas se repetían sin cesar: “el dolor es el mejor maestro”, “tu lesión es una expresión de tu ego”, “eso no es abuso sexual, ella se lo buscó”, “tú no eres tu cuerpo, esta no es la realidad”.


Todo eso se amasó, se asentó en nosotras y se volvió un transcurrir cotidiano, imposible de sobrellevar. Nuestras propias lesiones nos exigían hablar. Las dudas nos encadenaban, pero nos ganó el enojo.


Tuvimos que explotar.


Dirigimos nuestro enojo hacia Bikram, Jois, Yogi Bhajan, Lauer-Manentti, y todos aquellos que han cometido abusos sexuales, psicológicos, físicos, espirituales, laborales. También está dirigido hacia quienes los han querido negar a toda costa, los que culpan a las víctimas para evadir responsabilidades, hacia todas las comunidades de yoga que han querido silenciar las voces que denuncian, que cuestionan, que han querido censurar a las disidentes.


Como nadie en nuestras comunidades hablaba de esto, tuvimos que hacerlo, pero desde nuestro primer post hasta ahora, hemos visto surgir otros proyectos en español y lenguas emparentadas: Yoguinis Subversivas, YogaNidraMx, Yoguis en Llamas .


Algunos tomaron valor de nuestras palabras, a otros les hemos sacado algunos trapitos sucios y se han visto obligados a tocar estos asuntos. Penosamente, lo han hecho desde una perspectiva extremadamente superficial y con poco interés por atender y resolver verdaderamente los problemas que se discuten. Los mencionan en sus páginas sutilmente y con menos furor que su “reto de yoga por 30 días”. Así, se aseguran de que sus clientes sepan que están conscientes del asunto para que no los agarren desprevenidos aunque no profundicen. Parece que su interés por la imagen que proyectan, el impacto que tendrán en redes sociales conduce esta decisión basada en el algoritmo que no busca profundizar en la discusión. Su capacidad de análisis se limita a: “acabo de leer esto en redes y sería super cool hablar de ello y causar polémica”.


Agradecemos que nos citen y nos empodera haber provocado conversaciones que no se estaban teniendo, pero los llamamos a hablar desde un pensamiento verdaderamente crítico.


Desde que comenzamos a escribir, los temas que han captado más la atención han sido las lesiones, la hiperflexibilidad y lo sexualizado que está el yoga en redes sociales.

Cuando escribimos sobre lesiones en “¿Hasta cuándo vamos a seguir lastimándonos al practicar yoga?” hablamos de que el yoga postural es una práctica desequilibrada, desde el punto de vista de movimiento, pues privilegia la flexibilidad a la estabilidad, la elasticidad a la fuerza, llama a exceder los rangos de movimiento articular y promueve secuencias repetitivas que se reproducen, en algunas vertientes, diariamente. La consecuencia de esto es que tenemos un grupo creciente de maestros y practicantes que tienen lesiones asociadas a la práctica.


En este artículo también retomamos la experiencia de Diane Bruni, la primera maestra de Ashtanga en Canadá, a quien después de años de devoción al Ashtanga Vinyasa Yoga, sufrió una lesión tan grave que la llevó a dejar la práctica para siempre.


Muchos nos comentaron que la prevención de lesiones está en hacer las posturas como se debe, ejecutarlas bajo la supervisión de un profesional y no dejarse llevar por el ego. Ante estos comentarios, nosotras les recordamos, a pesar de lo que clamen la mayoría de los maestros de yoga, que la investigación sobre cuerpo y movimiento no da lo suficiente para asegurar que un saludo al sol sea seguro de practicarse, que el alineamiento de todos los linajes, incluyendo el de Iyengar, proviene de la danza clásica y el azar, es decir, no tiene fundamento en investigación físic, biológica ni biomecánica. También recalcamos que aquellos que se llaman profesionales, pueden ser personas que tomaron un TT con duración de cuatro fines de semana y que, aún cuando haya sido un entrenamiento más largo, los maestros de yoga no tienen la capacitación ni el conocimiento para una prevención real de lesiones. La cuestión del ego tendremos que seguir tratándola en artículos posteriores, pues es compleja. Para este punto, solo queremos que tengan en mente que toda secta, según Alexandra Stein, ataca al ego como paso número uno, y lleva a una dolorosa disolución de la identidad.


También reaccionaron con intensidad al artículo “Cuando eres demasiado flexible para hacer yoga” en el que les cuento sobre mi experiencia como una practicante y maestra hiperflexible en yoga. Les hablé de cómo mis lesiones y dolores que se tornaron crónicos me llevaron a un diagnóstico de Elhers Danlos, un síndrome hipodiagnosticado y que padecen muchas personas en el ámbito pues se caracteriza por una flexibilidad que conviene mucho cuando se quiere estirar el cuerpo de forma tan extrema como se hace en yoga. Mi experiencia llamó a tal grado la atención que obtuve una enorme cantidad de consejos, remedios naturalezas, regaños, y hasta propuestas de citas médicas. Me temo que a esta atención le subyace un miedo colectivo a perder el control, saber que esto le pudo haber pasado a cualquiera de nosotras y que no había forma de evitarlo.


Finalmente, el artículo sobre la hipersexualización en yoga despertó mucho interés. Mucho del cual estuvo empujado por la nueva experiencia que tenemos como consumidores, practicantes y maestros de yoga a media pandemia, cuarentenados y dependiendo de las redes sociales para tener una vida fuera de nuestra casa. En este, hablamos sobre el exceso de importancia que se le da a las características sexuales, de las zonas erógenas típica, pero no necesariamente, de mujeres a la hora de vender yoga. Enfatizamos el carácter de consumo del yoga, inevitable en el contexto capitalista, y hablamos sobre su condición patriarcal.


Los temas que abordamos en Yoguinis en Revuelta, no se solucionan con una serie de consejos ni con buenas intenciones, no es un sankalpa antes de iniciar la práctica. Estamos hablando de problemas estructurales: clasismo y racismo, precarización laboral, lesiones y problemas de salud mental, delitos e impunidad; también del yoga como industria, de espiritualidad fabricada que solo revela los hábitos de consumo de quienes creen que practican algo tradicional, de tomar elementos de un aparato filosófico que no entendemos, de apropiarnos de rituales como accesorios.


Nada de eso es fácil de solucionar, no se trata de hacer un ajuste por aquí, uno por allá, y listo, estamos de moda de nuevo y aprovechamos para hacer un taller sobre el asunto, de paso, recuperamos dinero que perdimos en la pandemia. No se trata de mercantilizar y alimentar más al monstruo, se trata de tomar conciencia.

Invitamos a quienes han comenzado a hablar de esto en público a no esquivar la complejidad y a no tomar estos asuntos como el hashtag de temporada. Solo si lo afrontamos juntas podremos intentar dar soluciones, solo así miraremos un horizonte en el que podamos sanar.


A todos los que nos leen con entusiasmo y pulsión crítica les agradecemos enormemente su compromiso. Con sus comentarios nos han invitado a espacios de su intimidad donde son vulnerables y respetamos y admiramos mucho su valentía.



Hacer de esto, que por mucho tiempo fue privado, algo público es el primer paso. La conversación sigue, seguimos enojadas y no sentimos vergüenza por ello, así que absténganse de invitarnos a vibrar alto. El yoga “tan liberador”, “tan de amor” como algunos lo consideran, acalló a multitudes de voces, dejando en sus pieles las huellas del trauma e ignoró voluntariamente problemas que no estamos ni cerca terminar de conversar.

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