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Foto del escritorYoguinis en Revuelta

¿PRACTICAS YOGA O CONSUMES YOGA?

¿Practicas yoga o consumes yoga?


Parece una pregunta obvia, la mayoría responderá que por supuesto lo practica.

¿Será?

El yoga se ha convertido en un fenómeno mundial, tal ha sido su aceptación que poco a poco se lo ha ido tragando la industria, al grado de producir ganancias millonarias cada año. Sólo al cierre de 2017 alcanzó los mil 210 millones de dólares, aunque con la llegada de la pandemia, el panorama en cuanto al crecimiento se ha vuelto incierto.

Hoy en día vivimos en un mundo global e hiper-conectado, viviendo las consecuencias de las post modernidad y el hiperindividualismo, estamos atrapados en una sociedad que se consume todo, todo es considerado material, in fluyendo a las personas, y al decir material me refiero a algo que se puede utilizar para producir o construir otra cosa (no estoy hablando de Maya en este caso, ni es mi intención). Esto permea todos los aspectos de nuestra vida, inclusive nuestras relaciones y nuestra identidad. Somos capaces de tomar cualquier cosa que nos sirva o nos parezca atractiva para luego desecharla, ya sea un producto, una persona, un servicio, una ideología o una cultura.

Así hemos tomado por ejemplo elementos y prácticas que están inmersas en culturas o corrientes filosóficas como la meditación Vipassana (propia del budismo), la hemos “empaquetado” y la hemos llamado mindfulness, escindiéndola totalmente de las prácticas y el contexto que la arropan, listo para el consumo y masificación.

¿Qué consecuencias trae sacar a las practicas de sus contextos con este fin?

Para empezar los rituales se van convirtiendo en meras prácticas contemplativas, muchas veces huecas, otras veces esto tiene impactos psicológicos serios al no considerar que estas practicas son parte de todo un sistema.

En el caso del yoga, se ha vuelto un tema muy complejo, pues después de pasar por un extenso proceso de desidentificación con la cosmovisión del hunduismo o los hinduismos, le hemos empaquetado para que sea apto para el consumo de todo el mundo. Se han desarrollado cientos de estilos y cientos de ideas sobre lo que es o debe ser el yoga, al grado de que al parecer todo el mundo tiene un concepto propio (reflejo del hiper-individualismo) de qué es el yoga para la propia persona.

Que si es ciencia, que si es filosofía, que si es tecnología, que si es religión, que si es amor, que si es lo que para mi es; y así es como se va diluyendo el significado del ritual y se va afianzando la calidad de producto de lo que hoy llamamos yoga.

Consumimos retiros, ropa, props, clases, apps, libros, certificaciones, workshops, aceites esenciales, cuarzos. Invariablemente nos tomamos la foto y la subimos a instagram utilizando ropa de moda, un tapete carísimo con un atardecer de fondo acompañado de una frase motivacional “el cambio esta en ti”, como testimonio de lo espirituales que somos (y de paso de lo desconectados que estamos de nuestra realidad social). Se ha vuelto algo totalmente aspiracional, muy lejano de las prácticas sattvicas de austeridad, o de la auto mesura de hacer Tapas; muy lejano de la esencia que todo el mundo proclama conocer y muy pocos explican de qué se trata o cómo se llega.

Una de las características de nuestra sociedad de consumo y condición postmoderna es que el mercado nos hace creer que lo que pensamos que es nuestra ideología no es más que un reflejo de nuestros hábitos de consumo ¿Practicas yoga o consumes yoga?


Si el yoga es una filosofía que está estrechamente ligado con un sistema de creencias, con una cosmovisión,

que engloba un camino para vencer a la muerte, para alcanzar Moksha, para librarnos de la rueda de la existencia, que nada tenía que ver con el manejo del estrés, ni con elevar la productividad, ni con ¿el amor? ¿Estamos siguiendo entonces el camino adecuado para llegar ahí? ¿Los actuales maestros tienen las herramientas para guiarnos por ese camino? y lo más importante ¿Ese camino es el que en verdad resuena con nuestra cosmovisión?


Todo esto me recuerda a la parábola del gato en el templo:


“Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram ( lugar de meditación )distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde. Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino. Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido”.


Hagamonos la pregunta en forma valiente ¿En verdad practico yoga o sólo estoy sacando al gato del templo y escribiendo tratados sobre ello?


Por favor absténganse de:

1: Querer explicarme mi propia publicación.

2: Explicarme qué es el verdadero Yoga, es muy claro que estamos hablando de la condición postmoderna.


¡Ahora si!

Dejen sus comentarios, amigos.

Gina González..

Los leo.



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