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  • Foto del escritorYoguinis en Revuelta

Science Bitch!

¿ES EL YOGA REALMENTE UNA CIENCIA?


Hay dos supuestos que coexisten en los salones de yoga. El primero es que la práctica devota es una expresión espiritual que nos trae bienestar pues reverenciamos a nuestro ser al conectar con una sabiduría sagrada y milenaria cuyo funcionamiento está fuera de nuestra comprensión. Al practicar estamos en presencia de dioses y diosas, reconocemos cuerpos sutiles que no vemos pero sentimos y energías que, sin tener expresión física observable, podemos regular. El segundo supuesto, es que el yoga es una ciencia, prueba de ello es que un estudio de Harvard demostró científicamente que la práctica del yoga ayuda a bajar la presión en los hipertensos, uno de la Universidad de Wisconsin probó que bajaba el azúcar en los diabéticos o mejoraba la resistencia cardiovascular y reducía el estrés. Ambos supuestos parecen convivir bastante bien, al final, la filosofía del yoga nos presenta el término “vidya” que se ha traducido como “ciencia” y también puede entenderse como “conocimiento verdadero” o “aprendizaje”. Este conocimiento es de alto orden y se obtiene después lo más difíciles procesos de razonamiento e interpretación que dan como resultado conocimiento válido y valioso, lo que demuestra un compromiso epistemológico riguroso dentro de la experiencia yóguica. Entonces, según muchos, el primer supuesto, la práctica espiritual, es un camino seguro para vidya pues a través de la meditación, el uso de mantras y la introspección venida de las asanas es que podemos obtenerlo. Vidya tiene un origen histórico precientífico, se desarrolló en India y está principalmente presente en los Upanishads que datan de los años 800 a.C, mientras que la ciencia tomó su forma actual en el siglo XIX en Europa. Aunque estos supuestos convivan en el yoga moderno, no podemos ignorar que representan un choque teórico en occidente que genera algunas tensiones. La primera, y más evidente, es si podemos equiparar el concepto de vidya a la ciencia occidental moderna. Vidya y ciencia no tienen una relación ni histórica ni geográfica. La manera en que vidya genera conocimiento puede desarrollarse de forma intuitiva y a través de la interpretación libre y personal, mientras que la ciencia requiere que sus resultados sean verificables y sigan el método científico. Este método requiere de objetos de estudio que puedan ser medidos sin embargo las experiencias del yoga tienen “objetos de estudio” intangibles: sensaciones, verdades filosóficas, experiencias morales, etc. Seguir los pasos del método científico es requisito para la generación de ciencia. Vidya no plantea una propuesta metodológica comprobable, se guía por reflexiones sobre historias o relatos, uso de mantras, meditación y su función está dirigida al entendimiento de textos sagrados. El resultado de las investigaciones yóguicas no tiene la misma naturaleza que el de la investigación científica. ¿Iniciamos la clase con un namasté o con una hipótesis? Al establecer sankalpa, ¿alguna vez hemos querido comprobar si dhanurasana ayuda o no a reducir dolores lumbares? ¿Hemos obtenido evidencia y organizado grupos de control y tomamos medidas para hacer generalizaciones? ¿Si quiera alguien comenta los resultados con sus pares? En realidad, nadie sale de un salón de yoga en calidad de científico. Nada de lo que hacemos en la práctica se parece al método científico. Por otro lado, si afirmamos que el yoga es una ciencia, pero usamos nuestra experiencia anecdótica para recomendarlo a otros alumnos, ¿lo estamos haciendo de manera segura? Es difícil aceptar que, a falta de pruebas científicas, cuando la recomendación tiene resultados negativos, la responsabilidad recae sobre nosotros. Siglos de vidya, no fueron suficientes. Instructores y practicantes celebran cada vez que un estudio demuestra las bendiciones del yoga desde una perspectiva científica pero no dejan de admitir que hacen falta estudios para comprobar la eficacia del yoga. Darle este mote de ciencia, a sabiendas de lo que la ciencia implica, sirve potencialmente para introducirlo con menos polémica a las escuelas, para llevarlo a los centros de salud y adecuarlo para cualquier tipo de malestar independientemente de si sus beneficios sirven algo más que un placebo. Una posibilidad es que llamarle ciencia al yoga es una estrategia para darle el estatus que la vida occidental moderna exige: no lo dicen los instructores, no lo dice Paramahansa Yogananda, ni Patanjali, lo dice la ciencia. Así, no es responsabilidad ni de los sabios, ni de los instructores si las cosas salen mal. Si la metodología del yoga es por sí misma tan valiosa, ¿cuál es la necesidad de llamarlo ciencia?

- Tania Campaña.



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