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  • Foto del escritorYoguinis en Revuelta

Una vida sin yoga

Una vida sin yoga realmente no es tan grave.


Para muchos el yoga es parte de la tan añorada rutina. Se practica yoga para el dolor de cabeza, dolorcitos varios, dolores mayores, para no hundirse en depresión, para manejar a ansiedad, mejorar la concentración, bajar de peso, recuperar movilidad y un largo, largo etcétera.


Tan variados y ambiciosos objetivos no deben sorprendernos, el yoga como solución a los problemas mentales y físicos contemporáneos ha sido uno de los pilares de su marketing, pero del plato a la boca se cae la sopa.


Muchas nos hemos topado con pared. Los dolores persisten y la ansiedad se convierte en ataques de pánico, los dolorcitos extraños se agudizan y nos impiden hacer la vida diaria. Con toda la fe, aumentamos el número de clases, su intensidad, compramos otro mala y nos regañamos porque seguramente habíamos estado haciéndolo mal, había que respirar más lento, ¿cómo iba a funcionar la postura si no bajábamos los talones al piso? Hicimos mal, en savasana estábamos haciendo la lista del súper.


En realidad, no es culpa nuestra, que nuestra espalda baja punce después de ocho horas continuas de estar sentados, que los pies ya no aguanten después de ocho horas de estar parados, no lo va a solucionar el yoga, el problema de raíz es que nuestros esquema laboral explota nuestros cuerpos. No puede funcionar si no lo hace. En el trabajo dejamos el cuerpo. Renunciar sería una mejor solución a los problemas de espalda, de pies, de rodillas, de estrés. Pero no nos es posible, el sistema nos limita, no nos deja movernos bien y hay que mantenernos y a nuestros hijos, hijas, gatitos y demás dependientes.


Por ello, en el mejor de los casos, el yoga es un paliativo: diez respiraciones profundas entre largas jornadas laborales hacen que podamos regresar al siguiente día. Cinco saludos al sol antes de ir al trabajo o comenzar a trabajar en casa, logran que no enloquezcamos. Solamente eso.


Como el café para despertar, la aspirina para seguir, la cerveza para desfogar, el yoga hace soportable lo insoportable.


¿Que tiene un potencial benéfico? Sí, tanto como cualquier otra práctica.

Hace una semana les preguntamos qué harían si no hicieran yoga y las respuestas son esperanzadoramente múltiples: tejer, dibujar, correr, tomarse un descanso, una caminata, subir la montaña, Karate, Tai Chi, Qi Gong, teatro, danza, jardinería, pintar, nadar, contactar con la naturaleza, escuchar música, tomar un té, platicar con amigas, amigos.

Hay también quienes nos dicen que nada, nada lo puede sustituir, es imposible, doloroso imaginarlo. Quedaría un vacío en la vida.


Hay muchas personas que, por razones que hemos tratado aquí (lesiones, abuso espiritual, físico, sexual) han tenido que dejar su práctica y se sienten desoladas, aisladas, perdidas y sin mapa. Cada día es un vacío, un hoyo negro que se traga todo lo que traía bienestar. Ya no pueden explicarse las cosas, todo es desorden, todo es aleatorio. No perdieron su práctica, sienten que se perdieron a sí mismos.


Después de un tiempo, muchas de estas personas se dan cuenta que no perdieron al yoga, sino la certeza de que cada día comenzaría de la misma forma, perdieron la seguridad que daba pensar que las cosas pasan por algo. Lo que perdieron fue a una comunidad que los aceptaba y abrazaba en un mundo en el que ni si quiera hablamos con nuestros vecinos a menos que necesitemos algo.


Se dan cuenta también de que no se perdieron a sí mismos, sino que de hecho llevaban un buen rato perdidos en prácticas de cuyo origen no conocen nada y que realmente no ha dado lo que prometió. Ellos nos demuestran algunas cosas:


Hacemos yoga para organizar el caos existencial. Lo que buscamos es certeza.

Hacemos yoga para que al despertar la incertidumbre no nos sobrecoja y sepamos que el siguiente paso es poner el tapete y acomodarnos en sukhasana. Lo que buscamos es rutina.

Hacemos yoga para entretener mentes curiosas, despiertas, exploradoras. Lo que buscamos es ocio o darle un giro a nuestra profesión.


Hacemos yoga para tener gente con la que compartimos experiencias y formas de pensar similares. Lo que buscamos es comunidad.


Todas aquellos que logran ver en diferentes prácticas una conexión similar a la que obtienen en yoga están listos para sopesar el beneficio de comprometerse de lleno con una práctica que puede llegar a exigir demasiado.


Quienes no se imaginan un mundo sin yoga, pueden explorar dónde más encontrar estas conexiones y alimentar más de una fuente de bienestar.


Certeza, rutina, ocio, comunidad, calma y tranquilidad, todas ellas cosas básicas para existir como humanas, todas ellas cosas que podemos encontrar en otros lugares.

Una vida sin yoga es posible.



-Tania Campaña

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